

En mi vida cotidiana, al presentarme a la gente como traductora profesional, una de las preguntas más frecuentes que me hacen es:
¿Para qué, si tenemos Google Translate?
Efectivamente, personas de todas las condiciones comparten la idea de que, con el alza de la tecnología cada vez más sofisticada y, especialmente, las herramientas de traducción automática en línea, el papel del traductor profesional se está volviendo obsoleto. Dicho de otro modo, muchos creen que dentro de 50 años no será necesaria la intervención de un humano capacitado para pasar texto de un idioma a otro.
Hasta cierto punto, esas personas tienen razón: la industria de la traducción incorpora los ordenadores y la tecnología cada vez más a sus actividades centrales; por ejemplo, las herramientas inteligentes con la capacidad de «memorizar» vocabulario y frases cortas previamente traducidos. Si el propósito último de su traducción es la simple transferencia de información, para un entendimiento básico y (con suerte) con un sentido vago, entonces sí, quizá Google Translate sea la solución más apropiada. En cambio, si le gustaría que su traducción fluyese de modo natural y coherente en el idioma de destino, que reprodujese el contenido original en otro idioma con precisión y fiabilidad y que evitase los escollos contra los que tantas veces topan las máquinas, sería impensable eliminar la contribución humana de la ecuación. A continuación expongo tres de las muchas razones por las que, en mi opinión, Google Translate no llega para sustituirme a mí o a mis millones de co-profesionales de todo el mundo.
Estas son solo tres de las numerosas razones por las que creo que los ordenadores aún no están listos para replicar totalmente el trabajo de los traductores humanos profesionales. Claro que Google Translate y otras herramientas de traducción automática pueden ser muy útiles y, a veces, apropiadas en situaciones concretas. Es más, nadie puede negar que en el siglo XXI los traductores humanos cada vez interactúan más frecuentemente con la tecnología de alto calibre para mejorar la eficiencia de sus flujos de trabajo. Aun así, la palabra clave aquí es «interacción». En efecto, las máquinas programadas pueden apoyarnos, ayudarnos e impulsarnos como traductores; no obstante, de momento (por lo menos) no pueden reemplazarnos.
Mánchester (Reino Unido), 1989. Licenciada en Filología Hispánica y Portuguesa por la Universidad de Cambridge y con un Máster en Traducción e Interpretación por la Universidad de Leeds. Ha vivido, estudiado y trabajado en varios lugares de Reino Unido, España y Portugal y actualmente reside en Ferrol (A Coruña), donde traduce e interpreta para englishpanish.
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