La revisión: cuatro ojos ven más que dos

Todos estaremos de acuerdo en que nadie es perfecto, por lo que nadie puede realizar siempre un trabajo perfecto. Por eso lo ideal para el traductor es contar con el apoyo de un revisor que garantice la calidad de su trabajo. Y es que, por mucha experiencia que se tenga, siempre se colará algún error en el texto, ya sea un error de traducción o uno de tipografía; estos últimos no dependen tanto de la experiencia, sino de la concentración y la forma de escribir. El mejor modo de evitar las erratas es leer continuamente lo que se está escribiendo, pero esto no garantiza que no vaya a haber ningún error. Tampoco lo soluciona todo la revisión del texto al terminar: muchas veces no vemos lo que hay, sino lo que esperamos ver, y si creemos que hemos escrito una cosa, eso suele ser lo que leeremos. Esa es una de las razones por las que lo ideal es que una persona sin expectativas respecto a la traducción revise el texto.

Después de todo, la traducción no tiene por qué ser un trabajo solitario: en el mejor de los casos, se trata de un diálogo constante entre compañeros traductores y con los revisores, con todos los beneficios del trabajo en equipo. Para empezar, en las ocasiones en que varios traductores trabajan juntos con un mismo texto, cada uno aporta sus conocimientos particulares y su visión del texto (que es diferente para cada persona). De este modo se reúne lo mejor de cada uno de los traductores y se compensan sus defectos. En estos casos, la comunicación es esencial para garantizar la coherencia en la terminología y el tono del texto, por ejemplo. Sin embargo, siempre será necesaria la presencia de un revisor que aplique sus conocimientos al texto final y le dé el visto bueno. El papel del revisor es distinto al de un co-traductor; se trata de alguien que idealmente no tendría necesidad de recurrir al texto fuente para nada, aunque en la realidad debe comprobar que el texto fuente concuerde con el texto meta. Además de eso, debería contar con conocimientos especializados de la materia sobre la que versa el texto, aunque en la práctica no siempre es así, con lo que deberá al menos documentarse adecuadamente.

Además de los errores de traducción, un revisor con conocimientos sobre la materia podrá muchas veces encontrar errores en el documento original. Existen revisores de concepto especializados que se dedican a revisar textos originales para asegurarse de que los hechos reflejados en el texto se hayan desarrollado y contado como debe ser; por ejemplo, en el caso de un experimento, comprobarán la metodología y los resultados desde el punto de vista de un experto. Siempre que sea posible, es preferible contar con una segunda opinión de un experto, aunque no se dedique a la revisión, y de un revisor, aunque no sea experto en la materia.

Personalmente, yo soy de la opinión de que entre el traductor y el revisor debe reinar la desconfianza mutua. Sé que muchos están en contra de esto, ya que la confianza entre traductor y revisor lleva a una mayor velocidad de trabajo y más eficiencia, y a su modo tienen razón; pero la confianza en que el otro solucionará nuestros errores es peligrosa, y es más probable que un error se les escape a dos personas que lo creen solucionado por el otro que a dos personas que cargan con una responsabilidad únicamente propia, a su entender. Por tanto, si nos interesa la mayor perfección posible hay que desconfiar; si preferimos la eficiencia y respetar los plazos, hay que confiar.

El fin último en la mayoría de los casos será hallar un equilibrio entre el tiempo empleado y la calidad del trabajo, que no debe quedar por debajo de lo que llamamos “calidad editorial”. La calidad editorial es la de un texto listo para imprimir y que causará una buena impresión en el lector debido a la ausencia de errores lingüísticos, el tono adecuado, la claridad de las imágenes… Un texto que no haya atravesado un proceso de revisión contendrá con toda probabilidad algún error, que distraerá al lector del propósito del texto o incluso asociará el texto a un nivel cultural bajo, algo que conviene evitar a toda costa. Por ejemplo, si el texto trata de vender un producto, valdrá la pena invertir en un revisor para no caer en errores que podrían disminuir las ventas.

El revisor de traducciones ofrece la oportunidad de probar la eficacia del texto antes de que llegue a sus destinatarios, cosa imposible en la interpretación. Lo mejor es aprovecharlo, porque ¿cuántas malas traducciones se podrían haber evitado si un hablante nativo cualquiera hubiese revisado el texto? Ya no digamos un revisor profesional. Claro que los peores errores gramaticales suelen venir del famoso Google Translate, al que no se debería recurrir, para empezar. En conclusión: no presente textos sin revisar; y si lo hace, no utilice Google Translate; y si lo hace, no se queje luego de las risas de los nativos.

About Sara Novo Carballeira

Naronesa (A Coruña), licenciada en Traducción e Interpretación por la Universidad de Vigo. Traduce del inglés y el alemán al español. Interesada en la localización de videojuegos.

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